Por: Julio Martínez Montes.
Refierome a una intríngulis jurídico – política, que empaña y lacera la normativa de nuestro Estatuto Superior, dado que, Colombia pasó de ser un Estado confesional a uno de corte laico, a partir del 7 de julio de 1.991, fecha en la cual entró en vigor nuestra actual Constitución Política. El asunto es gravísimo. En síntesis estrecha, un Estado laico como lo es Colombia por preceptiva Superior, es aquel, donde el individuo tiene el derecho a divulgar la confesión religiosa que se avenga a sus principios y creencias, o apelar al nihilismo porque así se lo dicte su conciencia y, eso hay que respetarlo; es notorio, que un Estado laico representa libertad de pensamiento, libertad de opinión, libertad de elegir una religión por convicción y no ser prosélito de una, por imposición de un régimen.
Los medios de comunicación, siempre dan la palabra a los sumos representantes del catolicismo (por citar una religión), en lo que a temas de política atañe, sendos ejemplos tocables. Esta religión siempre hace intromisión con la aquiescencia de los medios, para hablar como adalid, de lo justo e injusto, de lo moral y ético. (El asunto, no es nada personal con quien profesa esta religión). Lo que quiero significar es que en un Estado laico, deontológicamente, se debe convivir dándole participación a todas las religiones; además, uno de los mayores pilares de la transparencia y la democracia en cualquier Estado, es la igualdad de oportunidad en orden al acceso y uso de los medios de comunicación, lo que en Colombia se encuentra en buen grado, parcializado.
El hecho de que se siga imponiendo una religión, con ocasión del proceder injusto de gran parte de los medios de comunicación, comporta ello una palmaria exclusión, abuso y discriminación ante la disimilitud de religiones. (Se debe enseñar la única verdad, Jesucristo).
Finalmente, lo que no es un teorema sino un axioma, es el rol manipulador de gran parte de los medios de comunicación en pro de una sola religión en Colombia.
Conforme a lo antedicho, no hay escapatoria para afirmar, que la interpretación del constituyente primario de 1.991, en orden al pluralismo ideológico y religioso, seguirá siendo objeto de exclusión en pleno siglo XXI, lo cual es ominoso.
A la sazón, en la hora de ahora, dentro de la praxis no estamos conviviendo dentro de un Estado laico como lo que somos Constitucionalmente, sino en uno decimonónico y rémora, como es el Estado confesional, además de ser una añagaza, para terminar, imponiendo un fascismo religioso.
Corolario: Veome en la obligación natural de asegurar que, la mayoría por ser mayoría, no siempre goza de la razón.
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