Diego, tiene 25 años y vive en la mina del Alacrán, jurisdicción del municipio de Puerto Libertador, Córdoba. Este joven trabaja cargando bultos de mina los cuales tiene que llevar a una distancia de alrededor de 700 metros.
Por cada 10 bultos que lleve al molino donde trituran las rocas que carga en su espalda, Diego se puede quedar con un bulto el cual representa el sustento de su familia.
Diego, apenas cursó el séptimo grado de secundaria, le tocó trabajar porque para estudiar no hubo tiempo, porque algunos tienen que escoger entre educarse o pasar hambre juntamente con su familia.
En la mina del Alacrán hay cientos de historias como estas, las más de mil familias que ahí viven tienen cuarenta años de existencias e historia territorial. Esta comunidad está llena de personas que solo buscan subsistir en medio de un país de pocas oportunidades y de una desigualdad que no da tregua alguna.
Desde hace algunas semanas diferentes medios regionales están anunciando con bombos y platillos una «gran» noticia para el sur de Córdoba, el hallazgo de una gran mina de cobre y otros minerales que será explotada por una multinacional canadiense llamada Córdoba Minerales la cual ha prometido tanto y ha cumplido muy poco.
En Puerto Libertador, ya se ha vivido las expectativas de las empresas mineras y el supuesto desarrollo que traerán para el municipio, las promesas de las multinacionales luego de una década de estar escuchándolas al día de hoy dejaron de ser expectativas y se convirtieron en un discurso al mejor estilo politiquero cuando de buscar votos se trata.
Hoy nuevamente escucho a una multinacional como Córdoba Minerales haciendo las mismas promesas que han hecho en el pasado otras empresas y desde ya les digo que el resultado será el mismo porque el fin nunca ha cambiado.
Este artículo de opinión seguramente causará roncha en algunos, en especial aquellos que son lobistas y mercaderes de la muerte y que sin escrúpulos hacen una feria del territorio de alguien más.
Diego y cientos de familias más de la mina del Alacrán están con el tic tac encendido ya que saben que pronto serán botados del territorio que han ocupado por más de 40 años desde sus tatarabuelos.
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